domingo, 8 de agosto de 2010

mi vecina Irene

MI VECINA IRENE

Son las siete de la mañana. ¡Es tarde! La madrugada fue muy efímera como para saciar mis sueños. No tengo otra cosa más que hacer. Hoy no desayuno, ni me baño. Tengo que llegar a dar mis clases de inglés. Me siento agitado, muy agitado, y a medida que veo el reloj, siento que sus manecillas giran muy rápido. Me lavo la cara con muy poca agua. Me siento como un gato aseándome. Me despido de mi mami y abro la puerta del departamento.

Entonces bajo las escaleras y percibo de que alguien me estuvo asechando. Abro la puerta del edificio para dirigirme al paradero y mi vecina, una joven de estatura baja, mirada triste, mejillas redondas y ojos achinados, me saluda.

-¡Hola! – noto que su afable saludo es fingido, pero le devuelvo su hola y me retiro pues estoy apurado.

Para mi muy mala suerte. Llego al paradero y me topo con un mar de personas: trabajadores, académicos, entre otros, esperando precisamente el mismo carro que suelo tomar. La inquietud y la impaciencia me corrompen. Veo de lejos con mi vista de águila que dos carros vienen. Opto por tomar el que está detrás para que la gente se entretenga con el primero (neurótica estrategia que empleo para tomar el bus) y corro. ¡Maldita sea! No hay asientos. No importa. Estoy apurado, no tengo tiempo para darme un espacio a la lectura. Enciendo mi minúsculo mp3 (reproductor de música). De repente alguien me toca el hombro derecho y brinco del susto. Es mi vecina Irene. ¿Me ha perseguido?

-Hola, Discúlpame. Fui muy cortante en la puerta del edificio. –Sonrojé mis mejillas.

-No te preocupes. Me di cuenta que estabas muy apurado, pero vaya. Tomamos el mismo carro.

-Sí. ¿A dónde vas? –le pregunto.

-A la universidad

-¿Qué estudias?

-Derecho

-Vaya, es una carrera muy interesante –Le hecho un repaso a mi memoria e indago por qué es interesante (Mi amorcito estudia Derecho).

Irene es mi vecina. Vive con sus papas y su hermanito en el cuarto piso del edificio donde yo vivo. La conozco de vista y pocas veces que nos veíamos tan sólo nos saludábamos. Pero ahora nos hemos topado en el mismo carro y aprovechamos el momento para conocernos mejor. Me cuenta que está en el último ciclo de su carrera y que trabaja en una municipalidad cerca a nuestro distrito. Entre preguntas y preguntas, le hago una que es un poco íntima sobre su enamorado. Un chico con el cual yo solía verla siempre salir del edificio. Entonces su tono de vos se vuelve tenue. Y su mirada se apaga.

-Ya no estoy con él. Terminamos hace unos meses. Cinco para ser exactos. –Me confiesa.

Trato de convencerla sutilmente que me explique por qué terminaron. Me mira lentamente como si fuese un gatito herido. Me cuenta que estuvo con el chico 5 años. Franco y ella se conocieron en el colegio, cuando estaban terminando la secundaria. En una tarde en la casa de unos amigos quienes gastaban su tiempo tocando rock. Ella solía ir para tocar la guitarra y cantar canciones ochenteras y él, amigo de sus amigos, tocaba la guitarra también. Se flecharon y se enamoraron profundamente. Tuvieron una adolescencia muy bohémica y alocada. Fue el primer hombre que le quitó su virginidad y también la primera persona que le ofreció un troncho de marihuana. Pese a esas circunstancias. Irene seguía inexplicablemente enamorada del chico, pero luego de terminar el cole, ella postuló a la universidad para estudiar Derecho, y él, por lo contrario, estuvo sin hacer nada. Los años pasaron e Irene se sentía muy preocupada por el poco interés de Franco que tenía para estudiar y ser alguien en la vida. Idea que Irene lo tenía muy claro. Ella anhelaba ser alguien, tener una carrera digna, casarse y concebir muchos hijos. Franco no, por más que ella le decía que estudie algo o trabaje en algo. Franco prefería tocar con sus amigos los sábados por la noche, tomarse unos tragos y fumarse unos cuantos tronchos de marihuana.

Este año fue decisivo para Irene. Tajantemente y con toda su pena decidió terminar con Franco. Decisión que para él fue desleal y traicionera. Tuvieron una acalorada discusión en medio de la calle. Franco no quería terminar y le pidió otra oportunidad. Pero esta vez las ganas de Irene se habían agotado. Además, ella estaba abriendo una nueva relación amorosa con un compañero de la universidad.

-¿De todas maneras aún piensas en él? – le pregunté.

-No con la finalidad de regresar, sino que me preocupo por él y qué será de su futuro. –me respondió.

-Y tu nuevo enamorado, quien es tu compañero de la universidad, ¿Sabe que Franco insiste en volver contigo?

-No quise que lo sepa por respeto y porque no quería que perturbara nuestra relación, pero Franco es terco y una vez me vio con Alfredo (así se llama), casi pelean pero le dije a Franco que otro día hablaríamos. Sin embargo Alfredo se siente celoso, y en parte tiene razón. No debería involucrar a mi ex en mi nueva vida, es parte de mi pasado y ahí tiene que estar.

-Bueno, tienes razón.

-¿Y tú? ¿Enamorado de alguien? –Cambiamos los papeles de entrevistador a entrevistado.

-Sí. Pero ella está viviendo en Venezuela, llevamos unos meses y prometió que volvería –le dije.

-¿Y confías mucho en ella?

-Bueno, debo confiar ¿no? Amar es confiar, supongo que ella también confía en mí.

Por un momento me sentí lleno de conjeturas acerca de la lealtad y fidelidad de mi amorcito. Está muy lejos de mí. No me ha llamado por más de una semana y no estábamos, aquel domingo en Barranco antes de que se vaya terminamos. Pero eso son funestos recuerdos que simplemente los borraré de mi memoria porque sé que mi amorcito está muy bien, y algún día nos volveremos a ver. Regresando al tema de mi mustia vecina Irene, traté de cambiar el tema y de conversar sobre el tiempo que vivíamos en el mismo edificio y de las pocas veces que hablábamos, bueno, solamente nos saludábamos.

Finalmente ya estaba cerca a su paradero y se despidió de mí. Prometimos volver a conversar en el bus o en la casa tomando té y comiendo unas galletas. A pesar de regalarme una simulada sonrisa, noté su profunda tristeza. Creo que se debe a Franco, debió quererlo mucho o mejor dicho, amarlo demasiado, pero la realidad es otra y ella para ser joven, comprende que no se puede vivir sólo del amor. Existe una visión hacia el futuro, planes, metas y objetivos que una persona con convicción de realizarlas, si realmente está enamorada, desearía alcanzarlos de mano con la persona que ama. Porque el amor va en par, el éxito, las derrotas, y el esfuerzo también.

Por fin veo mi paradero y miro el reloj. Llevo treinta minutos de retraso, tendré que poner más alarmas en mi cuarto o vivir más cerca de mi trabajo. Pero ¡joder! Conocer a mi vecina Irene me hizo sentir como si el tiempo no tuviera lugar ni espacio en este preciso momento.

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