
EL YO, EL ELLO, EL SÚPER YO Y LOS MEDIOS
En el curso de psicología que me enseñaron en el colegio me explicaron acerca de Sigmond Freud y su psicoanálisis. El “súper yo”, el “yo”, y el “ello”. Estos conceptos que el psicoanalista fundamenta acerca de cómo nuestra realidad y el subconsciente funcionan en nuestra vida diaria. Explica que el “ello” es la parte primitiva que satisface nuestras necesidades sin juicio alguno. Por otro lado, el “yo”, cumple con satisfacer los deseos y demandas del “ello” con el mundo exterior (la realidad), pero el “yo” razona y ve qué es bueno y qué es malo. Finalmente, el “súper yo”, representa los pensamientos morales y religiosos que nos fue enseñado desde niños (nuestros padres generalmente forjan nuestro “súper yo”). Para ilustrar mejor todo este asunto. Supongamos que vamos al supermercado y tenemos hambre. Nuestro inconsciente (el “ello”), nos impulsa a tomar algún alimento que veamos, pero conscientemente nuestro “yo” que está ubicado en la realidad, sabe tenemos que pagar para consumirlo y trata de convencer al “ello” de esa reflexión, afortunadamente el “súper yo” (si está muy bien desarrollado) impedirá que hagamos lo que está mal, lo que nuestra moral y ética nos fue inculcada.
Está teoría freudiana no sería más precisa si no me pusiera a pensar que no sólo el “yo”, el “ello” y el “súper yo” forman parte de nuestra psiquis, sino que también los medios de comunicación lo son (faltó incluirlos). No entiendo cómo es que la tecnología en nuestro país se ha incrementado raudamente y que la televisión y todos los demás medios digitales son la fuente principal del conocimiento del peruano. Pero si digo que no entiendo, es porque no me cabe en la cabeza, habiendo tanto poder en la masa solamente haya servido para estupidizarnos, (¿dónde diablos está el “súper yo” entonces?) para convertirnos en seres materialistas (una especie de gringo cholo y a la moda) que solo busca el beneficio propio basado en el poder del dinero.
En la tarde de ayer compré el último libro de Cesar Hildebrandt “Una piedra en el zapato” y anoche empecé a leerlo. Noté claramente cómo este veterano periodista no acepta en lo absoluto cómo los peruanos somos de mediocres, incultos, alienados, conformistas, pendejos, deshonestos, inhumanos, sobones, chupa medias, corruptos, y toda una gama de adjetivos que muy bien lo sabe sustentar. Un periodista que no se casa ni con la plata y mucho menos con el poder, pero que sí vive apasionado por la verdad y la dignidad.
Muy pocas personas no se dejan llevar por el poder de los medios, ese poder mediocre, que te hace creer lo que ves y lo que escuchas. Que estamos siendo los primeros, que nuestra cultura está llegando a ser reconocida en todo el mundo (estúpida marca Perú), “hay que sentirnos orgullos de ser peruanos”. Claro porque nuestra gastronomía es riquísima, porque nuestros deportistas están siendo menos juergueros que antes, pero qué orgullo puedo sentir de un país que vende comida cual carretillera de la avenida Abancay fuese, sin tener el menor significado en claro de lo que es “dignidad”. La comida no nos quita lo analfabeto e ignorante que somos. El deporte no hace nada para reducir la pobreza, la gran economía creciente y muy bien marqueteada no mejora nuestra calidad de vida como debería de serlo. Siendo un país rentable, confiable para la inversión (según los informes de los gringos). Siento que cuando busco trabajo y lo encuentro, no me siento satisfecho ni del trato o condición que se debería de dar al trabajador, ni del dinero que se me paga. Porque los medios me pintan un Perú rico e inversionista, pero eso no refleja en nada a la hora de querer comprar un sixpack de leche y huevos. ¿Sentirme orgulloso? Yo no me siento orgulloso de ir a Saga, Ripley o Wong y dar mi dinero a unos chilenos, porque mi “superyó” me dice que eso es malo. ¿Sentirme orgulloso? De ir a un buen restaurante de comida Arequipeña, ver a tantos gringos sentados en las mesas y a los gringos cholos a quienes los llamo así, mientras todavía existe tanta pobreza que cualquier niño daría lo que pudiese por comer dignamente. ¿Sentirme orgulloso? De ver todos los lunes en los medios el resumen de espectáculos del fin de semana. Los próximos eliminados del programa “Reyes del show” de la señito, Que la tía chuchi volvió al congreso para entregar invitaciones de su matrimonio, que recortaron la novela “la Perricholi”… ¿Qué mierda aprendo viendo eso?
Es tan poderoso los medios de comunicación que ni el “yo”, ni el “ello”, ni el “superyó”, ni tu mamá, ni tu papá ni tu flaca, ni nada y ni nadie en esta vida te sacará de la cabeza esa mediocridad.
La gente ya perdió el deseo de aprender cosas buenas. Y no creo que como otros podrían decir: “la información ahora llega a todos”, sea cierto. No confundamos la información con el chisme. Resulta que ahora está de moda el celular con facebook para que pierdas todo tu sustancial tiempo, tecleando todo el bendito día en tu casa, en la calle, en el micro, y en qué otros lugares sé yo. Lo único que veo es gente estúpida congelada en una postura muy incómoda. (Sólo para preguntarle a tu amiguito o amiguita cómo también está perdiendo su tiempo).
Así son los medios que nos dominan como si fuésemos piezas de un gran ajedrez inmenso dónde los cuatro poderes del estado conspiran por la paz y seguridad de sus bolsillos. Por tal motivo prefiero ya no comprar diarios, ya no ver tantos noticieros por televisión, quizás la radio sea la más confiable (radio Capital es mi preferencia). Cada vez que veo a estos personajes hablar de lo orgullosos que deberíamos de sentirnos por nuestro país, me dan ganas de vomitar. Porque no me lo puedo tragar, porque mi “yo” me dice que no es verdad y mi “superyó” me aconseja lo mejor (no los putos medios). Creo que Sigmond Freud debería explicarnos mejor cómo nuestro inconsciente es manipulado ahora por algo superior.
Nota: Lamento que Jessica Tapia se haya retirado del noticiero “A primera hora”, pero era lo mejor para que siga mejorando en su carrera que trabajar con un Beto que regresa al lugar donde una vez le dieron un patadón por el culo y lo votaron. Un periodista sin dignidad.
JAVIER REZABAL
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