TE VA A DOLER
Estaba caminando solo en un viejo parque en Jesús María, en varios casos el juraba que su celular sonaba, pero era su imaginación, seguía caminando. El chico ya no era el mismo, muy a parte había adelgazado y su rostro estaba cubierto por una barbilla que le servía como una sotana que muy descuidado, lucía poco atractivo. Su melena estaba más voluble. No aguantó más, sacó su celular y marcó el bendito número por centésima vez.
… -Si desea deje su mensaje en la casilla de vos –Sonaba.
Nuevamente marcó y marcó y ya parecía que estuviese jugando con el celular. Ninguna respuesta, finalmente se dio por vencido y lo guardó. Cruzó la calle y se metió en una tienda que estaba dentro de un grifo, cogió un par de cervezas y una cajilla de cigarros. –Son quince soles, señor –Le dijo la señorita. Revisó su billetera como si buscase un tesoro escondido, y únicamente encontró ocho soles. La chica lo miró con desprecio muy a parte porque se notaba que era una chica engreída y porque también notó que era un misio. Dejó las latas y compró la cajetilla. Salió cabizbajo y encendió un cigarro, un grifero le gritó –¡Oye animal cómo se te ocurre fumar en aquí! ¡Apáguelo! –Le gritó. Atinó a mirarlo y continuó con su camino. Renato se había mutado en un ser distinto. Aquel chico dedicado a la música, los fines de semana tocando con sus amigos y su banda de rock, los ratos en Barranco acompañado de su ex, los hoteles y los viajes fuera de Lima; ya no lo hacía más. Explicándose por qué aquella amada suya que le juraba amor todas las noches de pasión, lo había dejado. Quizás fue la monotonía, o las constantes discusiones acaloradas que tenía por culpa de sus locos celos, no encontraba una respuesta. Repentinamente un sábado por la tarde se vieron como siempre, pero aquella vez la chica sólo fue para despedirse de él con un amistoso beso y un gracias por todo. Renato se quedó boquiabierto aquella vez. Después, llamadas constantes a su celular sin ninguna respuesta, cierres de puerta y un: “Mi hija no está, ya no quiere saber nada de ti”, era el pan o mejor dicho; la bofetada de cada día. Sin embargo, muy terco y con convicciones de querer recuperarla, hacía todo lo posible para encontrarse con ella, pero verla acompañada de un extraño hombre un poco viejo y muy picarón, que sagazmente le robaba risas a su ex, eran un aliciente para sus recaídas. Poco después se enteró por unos amigos de ella, que aquel mofletudo ser era su nuevo enamorado. Calculó los días y notó había pasado tan sólo un mes desde ese sábado negro.
En casa, su mamá lo saludó con un fuerte beso en la frente, y le preguntaba si estaba bien. Renato siempre le decía que sí y ella no le creía.
–Te llamaron tus amigos, hijito.
-Gracias mami –le respondió.
-¿No me vas a decir qué me dijeron que te diga?
-Ah sí ¿Qué te dijeron?
-Que los llames porque tienen pensado tocar en un pub por Lince.
-Gracias mami –Agachó la cabeza y caminó hacia su cuarto.
-¿No les vas a llamar?
-Ah sí, los llamo mañana. –Respondió con poco interés.
-Pero hijito, me dijeron que hoy van a ir. ¿Por qué no sales un ratito? Te la pasas encerrado en tu cuarto jugando con esa tontería y ya no sales con tus amigos. ¿Sigues pensando en ella? ¡Olvídala amor, ya pasó! ¡Tus amigos te están animando a que vayas! ¡No seas aguado! –Lo animó.
-Sí mami, los llamaré en un ratito.
Entró a su cuarto y dejó su mochila tirado al piso. Su cama estaba sin tender, sus libros parecían un castillo de naipes arrojado por todas partes. Encendió el televisor un rato. Hizo un zapping sin necesidad de encontrar un programa de su interés, solamente quería entretener los dedos para no caer en la manía de volverla a llamar. Meditó un rato y decidió llamar a sus amigos.
-¿Alo?
-Soy Renato.
-Ya lo sé, animal. Dime, ¿Vamos a Lince con la gente? Hay una tocada en un pub cerquita a Risso, tocamos unos cinco temas en español, nos regalarán unas latas de cerveza. Y después vamos a una disco bravaza que está por allí nomas. ¿Qué dices? –Le preguntó.
-No sé, men. Déjame pensar.
-Pensar, no seas huevón, quítate a esa flaca de tu cabeza; ya fue, hermano. Vuelve a tus raíces, con nosotros. Renace como un ave fénix, pes. Así te vas a volver viejo renegón y ya no vas a ser nuestro pata, Jajaja, mentira, cabro.
-Está bien, salgo para allá.
-Báñate, rasca huevos.
Salió de su cuarto, vestido en jeans y un polo negro que le quedaba algo suelto. Caminó al paradero y subió al bus. En ese momento como entrando en un trance producto de un alucinógeno, empezó a recordarla. Encendió la radio del celular para distraerse, y una canción vieja pero muy familiar lo sucumbió en un llanto desesperado, comenzó a moquear de tanto llorar como un niño regañado. Juró locamente a Dios que no la volvería a llamar. Se quedó dormido y pernoctó un rato.
Rin Ring… -timbró su celular.
-¿Bueno? –Preguntó
-Bueno hueverto, ¿Te crees mexicano?, ¿Dónde mela estás? –Le dijo su amigo. Miró por la ventana y se encontraba en Wilson.
-Me quedé dormido, me pasé el paradero, llego en un rato, espérenme.
-Puta que estas hasta el keke, te esperamos. –Colgó.
Llegando al paradero, buscó el pub que le había mencionado su amigo, y entró. Saludó a sus cuatro causas. Todos llevaban sus instrumentos y uno adicional.
-Men, aquí está tu bajo. Vamos a tocar seis temas, cinco covers y una nuestra, pes. Vamos a lucirnos, ojala te enfoques y no la cagues como la otra vez. Le dijo otro amigo.
-Gracias, chato.
-¿Quieres una lata, viejo? –Le ofreció.
-Gracias, loco.
-¿Quieres una flaquita bien despachada? –Le preguntó el casanova.
-Paso casanova, estoy podrido.
-Este huevón, te vamos a meter a la ducha para que se te quite lo emo. Vamos de una vez a coordinar con el dueño del circo.
Se reunieron detrás del pub, en un pequeño cuarto lleno de posters de distintas bandas de rock metal, el sitio olía a marihuana y pesuña. Había una cama pequeña arrimada al fondo. Les dieron unas indicaciones para cuando salgan a tocar y les ofreció tres six packs de cerveza que estaban en el congelador de la barra. Finalmente, después de unas bandas metaleras, les tocó el turno a ellos. No tocaron nada mal si no fuera porque Renato otra vez se distrajo y confundió las notas musicales. Al terminar, salieron a la casa de casanova para dejar los instrumentos.
-Gente, vamos a la disco, tengo entradas –Dijo casanova.
-Claro pes, de una vez que ya son la una, quiero salsear. –Dijo el chato.
-Oye gracioso, tu salsear. No vayas a hacer el ridículo pes, bailas como si tuvieses dos pies izquierdos.
-Ya vamos, nomas, Mark Anthony de San Juan.
Renato y sus demás amigos fueron a la discoteca donde se presentaron un grupo de salseros venezolanos, muy buenos con sus temas. El lugar estaba lleno de gente joven y unos cuantos tíos con el espíritu de adolescentes. Ajuntándose con las demás personas, Renato abrió los ojos como los de un búho sorprendido, y vio a ella, a su ex. Con aquel tío muy zalamero y picaron juntos bailando. De repente un beso no muy efímero acompañado de un abrazo apasionado, partió en dos el corazón desdichado de Renato. Sus amigos lo cogieron tan pronto como vieron que se dirigió todo iracundo hacia ellos.
-Oye huevón, ¡Espera! –Le gritó el chato.
-¡Déjame hablar con esa hija de su madre! –frunció el ceño fuertemente y la cuadró.
-¡Qué rápido te olvidas de quién decías que lo amabas con todo tu ser! –Le gritó
-¿Renato? Tú y yo quedamos como amigos. ¿Qué te pasa? Ya no tiene caso lo que pasamos. Quedamos en que lo mejor era terminar, tú ya no me amabas.
-¿Cómo? ¡Qué mentirosa! ¡Eres una cualquiera!
-Viejo, ¡Vamos! ¡Ya no merece que hables más con ella! –Lo jaló su amigo.
Renato vio a los ojos de ella que ya no eran los mismos. Que no había ninguna intención de parte de ella de regresar. El tío sonrió ligeramente y la abrazó. Sus amigos prefirieron salir de la discoteca e irse a casa del chico para llevarlo a que duerma. Toda la noche se la pasaron platicando en una tertulia de consejos y reflexiones, de desasosiego y desdicha. Sus amigos trataron de hacerlo recapacitar que ya no valía la pena pensar en volver con una chica como ella. Que quizás dieron mucho amor y mucho romanticismo, y cuando hay mucha miel, las cosas empalagan. Con la intención de hacerlo comprender, hasta le pusieron adjetivos perversos y comentarios pre juiciosos para que piense lo peor de ella y recurra al odio que ayuda mejor a olvidar.
Pasaron meses, llegó un año. Y Renato se enteró de una cosa que le pareció irónica y a la vez consolante. Le dijeron que aquel tío le sacó la vuelta con otra chica aparentemente más excitante a sus deseos carnales. Pocos días después, ella lo llamó. Invitándole a salir a Barranco y pasear un rato. Esta vez, Renato le dijo muy amorosamente con un fondo musical de una salsa que lo inspiraba a ser ahora el malo de la película. –yo sé que te va a doler, pero no gracias. – y colgó.
JAVIER REZABAL