domingo, 26 de junio de 2011

Te va a doler



TE VA A DOLER


Renato se olvidó de ella. Tuvo que pasar mucho malos ratos recordando aquellos pretéritos recuerdos de su ex. Cada noche sólo en su cama, eran suplicios imaginar que ella no estaba a su lado. Ni los días eran gratos porque hasta en el trabajo todo le iba mal por despistado. Sus amigos eran su único refugio, y también su amado play station.



Estaba caminando solo en un viejo parque en Jesús María, en varios casos el juraba que su celular sonaba, pero era su imaginación, seguía caminando. El chico ya no era el mismo, muy a parte había adelgazado y su rostro estaba cubierto por una barbilla que le servía como una sotana que muy descuidado, lucía poco atractivo. Su melena estaba más voluble. No aguantó más, sacó su celular y marcó el bendito número por centésima vez.


… -Si desea deje su mensaje en la casilla de vos –Sonaba.


Nuevamente marcó y marcó y ya parecía que estuviese jugando con el celular. Ninguna respuesta, finalmente se dio por vencido y lo guardó. Cruzó la calle y se metió en una tienda que estaba dentro de un grifo, cogió un par de cervezas y una cajilla de cigarros. –Son quince soles, señor –Le dijo la señorita. Revisó su billetera como si buscase un tesoro escondido, y únicamente encontró ocho soles. La chica lo miró con desprecio muy a parte porque se notaba que era una chica engreída y porque también notó que era un misio. Dejó las latas y compró la cajetilla. Salió cabizbajo y encendió un cigarro, un grifero le gritó –¡Oye animal cómo se te ocurre fumar en aquí! ¡Apáguelo! –Le gritó. Atinó a mirarlo y continuó con su camino. Renato se había mutado en un ser distinto. Aquel chico dedicado a la música, los fines de semana tocando con sus amigos y su banda de rock, los ratos en Barranco acompañado de su ex, los hoteles y los viajes fuera de Lima; ya no lo hacía más. Explicándose por qué aquella amada suya que le juraba amor todas las noches de pasión, lo había dejado. Quizás fue la monotonía, o las constantes discusiones acaloradas que tenía por culpa de sus locos celos, no encontraba una respuesta. Repentinamente un sábado por la tarde se vieron como siempre, pero aquella vez la chica sólo fue para despedirse de él con un amistoso beso y un gracias por todo. Renato se quedó boquiabierto aquella vez. Después, llamadas constantes a su celular sin ninguna respuesta, cierres de puerta y un: “Mi hija no está, ya no quiere saber nada de ti”, era el pan o mejor dicho; la bofetada de cada día. Sin embargo, muy terco y con convicciones de querer recuperarla, hacía todo lo posible para encontrarse con ella, pero verla acompañada de un extraño hombre un poco viejo y muy picarón, que sagazmente le robaba risas a su ex, eran un aliciente para sus recaídas. Poco después se enteró por unos amigos de ella, que aquel mofletudo ser era su nuevo enamorado. Calculó los días y notó había pasado tan sólo un mes desde ese sábado negro.



En casa, su mamá lo saludó con un fuerte beso en la frente, y le preguntaba si estaba bien. Renato siempre le decía que sí y ella no le creía.



–Te llamaron tus amigos, hijito.


-Gracias mami –le respondió.


-¿No me vas a decir qué me dijeron que te diga?


-Ah sí ¿Qué te dijeron?


-Que los llames porque tienen pensado tocar en un pub por Lince.


-Gracias mami –Agachó la cabeza y caminó hacia su cuarto.


-¿No les vas a llamar?


-Ah sí, los llamo mañana. –Respondió con poco interés.


-Pero hijito, me dijeron que hoy van a ir. ¿Por qué no sales un ratito? Te la pasas encerrado en tu cuarto jugando con esa tontería y ya no sales con tus amigos. ¿Sigues pensando en ella? ¡Olvídala amor, ya pasó! ¡Tus amigos te están animando a que vayas! ¡No seas aguado! –Lo animó.


-Sí mami, los llamaré en un ratito.



Entró a su cuarto y dejó su mochila tirado al piso. Su cama estaba sin tender, sus libros parecían un castillo de naipes arrojado por todas partes. Encendió el televisor un rato. Hizo un zapping sin necesidad de encontrar un programa de su interés, solamente quería entretener los dedos para no caer en la manía de volverla a llamar. Meditó un rato y decidió llamar a sus amigos.



-¿Alo?


-Soy Renato.


-Ya lo sé, animal. Dime, ¿Vamos a Lince con la gente? Hay una tocada en un pub cerquita a Risso, tocamos unos cinco temas en español, nos regalarán unas latas de cerveza. Y después vamos a una disco bravaza que está por allí nomas. ¿Qué dices? –Le preguntó.


-No sé, men. Déjame pensar.


-Pensar, no seas huevón, quítate a esa flaca de tu cabeza; ya fue, hermano. Vuelve a tus raíces, con nosotros. Renace como un ave fénix, pes. Así te vas a volver viejo renegón y ya no vas a ser nuestro pata, Jajaja, mentira, cabro.


-Está bien, salgo para allá.


-Báñate, rasca huevos.



Salió de su cuarto, vestido en jeans y un polo negro que le quedaba algo suelto. Caminó al paradero y subió al bus. En ese momento como entrando en un trance producto de un alucinógeno, empezó a recordarla. Encendió la radio del celular para distraerse, y una canción vieja pero muy familiar lo sucumbió en un llanto desesperado, comenzó a moquear de tanto llorar como un niño regañado. Juró locamente a Dios que no la volvería a llamar. Se quedó dormido y pernoctó un rato.



Rin Ring… -timbró su celular.



-¿Bueno? –Preguntó


-Bueno hueverto, ¿Te crees mexicano?, ¿Dónde mela estás? –Le dijo su amigo. Miró por la ventana y se encontraba en Wilson.


-Me quedé dormido, me pasé el paradero, llego en un rato, espérenme.


-Puta que estas hasta el keke, te esperamos. –Colgó.



Llegando al paradero, buscó el pub que le había mencionado su amigo, y entró. Saludó a sus cuatro causas. Todos llevaban sus instrumentos y uno adicional.



-Men, aquí está tu bajo. Vamos a tocar seis temas, cinco covers y una nuestra, pes. Vamos a lucirnos, ojala te enfoques y no la cagues como la otra vez. Le dijo otro amigo.


-Gracias, chato.


-¿Quieres una lata, viejo? –Le ofreció.


-Gracias, loco.


-¿Quieres una flaquita bien despachada? –Le preguntó el casanova.


-Paso casanova, estoy podrido.


-Este huevón, te vamos a meter a la ducha para que se te quite lo emo. Vamos de una vez a coordinar con el dueño del circo.



Se reunieron detrás del pub, en un pequeño cuarto lleno de posters de distintas bandas de rock metal, el sitio olía a marihuana y pesuña. Había una cama pequeña arrimada al fondo. Les dieron unas indicaciones para cuando salgan a tocar y les ofreció tres six packs de cerveza que estaban en el congelador de la barra. Finalmente, después de unas bandas metaleras, les tocó el turno a ellos. No tocaron nada mal si no fuera porque Renato otra vez se distrajo y confundió las notas musicales. Al terminar, salieron a la casa de casanova para dejar los instrumentos.



-Gente, vamos a la disco, tengo entradas –Dijo casanova.


-Claro pes, de una vez que ya son la una, quiero salsear. –Dijo el chato.


-Oye gracioso, tu salsear. No vayas a hacer el ridículo pes, bailas como si tuvieses dos pies izquierdos.


-Ya vamos, nomas, Mark Anthony de San Juan.



Renato y sus demás amigos fueron a la discoteca donde se presentaron un grupo de salseros venezolanos, muy buenos con sus temas. El lugar estaba lleno de gente joven y unos cuantos tíos con el espíritu de adolescentes. Ajuntándose con las demás personas, Renato abrió los ojos como los de un búho sorprendido, y vio a ella, a su ex. Con aquel tío muy zalamero y picaron juntos bailando. De repente un beso no muy efímero acompañado de un abrazo apasionado, partió en dos el corazón desdichado de Renato. Sus amigos lo cogieron tan pronto como vieron que se dirigió todo iracundo hacia ellos.



-Oye huevón, ¡Espera! –Le gritó el chato.


-¡Déjame hablar con esa hija de su madre! –frunció el ceño fuertemente y la cuadró.


-¡Qué rápido te olvidas de quién decías que lo amabas con todo tu ser! –Le gritó


-¿Renato? Tú y yo quedamos como amigos. ¿Qué te pasa? Ya no tiene caso lo que pasamos. Quedamos en que lo mejor era terminar, tú ya no me amabas.


-¿Cómo? ¡Qué mentirosa! ¡Eres una cualquiera!


-Viejo, ¡Vamos! ¡Ya no merece que hables más con ella! –Lo jaló su amigo.



Renato vio a los ojos de ella que ya no eran los mismos. Que no había ninguna intención de parte de ella de regresar. El tío sonrió ligeramente y la abrazó. Sus amigos prefirieron salir de la discoteca e irse a casa del chico para llevarlo a que duerma. Toda la noche se la pasaron platicando en una tertulia de consejos y reflexiones, de desasosiego y desdicha. Sus amigos trataron de hacerlo recapacitar que ya no valía la pena pensar en volver con una chica como ella. Que quizás dieron mucho amor y mucho romanticismo, y cuando hay mucha miel, las cosas empalagan. Con la intención de hacerlo comprender, hasta le pusieron adjetivos perversos y comentarios pre juiciosos para que piense lo peor de ella y recurra al odio que ayuda mejor a olvidar.



Pasaron meses, llegó un año. Y Renato se enteró de una cosa que le pareció irónica y a la vez consolante. Le dijeron que aquel tío le sacó la vuelta con otra chica aparentemente más excitante a sus deseos carnales. Pocos días después, ella lo llamó. Invitándole a salir a Barranco y pasear un rato. Esta vez, Renato le dijo muy amorosamente con un fondo musical de una salsa que lo inspiraba a ser ahora el malo de la película. –yo sé que te va a doler, pero no gracias. – y colgó.





JAVIER REZABAL

sábado, 18 de junio de 2011

ECLIPSE



ECLIPSE


Agazapado y exhausto salgo de mi trabajo y me dirijo hacía la avenida; por un momento pienso en su nombre: “Avenida Brasil”; y reflexiono acerca del polémico Cristo que se está erigiendo en el Morro Solar. _ ¡Qué barato! ¡Qué poco original! _Pienso. Tomo asiento en el paradero y espero el bus. Desde aquí puedo ver el barranco; y más allá, el mar. Hay una virgen que te da la bienvenida en la entrada de la Brasil. Creo que es Magdalena, en alusión al distrito, y no la Virgen María. Me parece un buen monumento, mucho mejor que el que están poniendo en la tierra de José Olaya.


Entonces viene el bus, pero está lleno _ ¡Ni loco subo a esa carcacha! _Así es que espero otro carro pacientemente. Miro el reloj; son las seis de la tarde, y recuerdo que había leído en Internet que hoy se verá el eclipse total lunar más largo de estos años. Mi sonrisa se vuelve oblicua, de oreja a oreja. Me encantan los fenómenos meteorológicos. Una vez cuando tenía quince años, estaba con un amigo tocando juntos la guitarra al aire libre en la noche. El cielo estaba estrellado


_Hey men, mira allí _me dijo.


_No veo nada, sólo estrellas _le respondí.


_En serio, mira bien allí arriba _Me señaló con su mano a unos noventa grados hacia el cielo.



Me di cuenta entonces de algo insólito. ¡Las estrellas se movían! No era una estratagema de mi valiosa visión. ¡Era real! Unas diez estrellas fulguraban nítidamente como puntos blancos y se movían de lado a lado cual si fuesen naves luchando en una guerra galáctica. Segundos después, dichas “Naves espaciales” se alinearon en dos filas acercándose lentamente para luego repentinamente desaparecer. Y eso no fue todo, vimos una estrella fugaz desaparecer en el horizonte. La experiencia a pesar de las inconclusas conjeturas, fue fantástica.


Desde aquella vez dejé ese escepticismo por los objetos voladores no identificados y el contacto con lo desconocido. De manera que siempre que sucede algo fenomenal en nuestro grisáceo cielo, es materia de mi empírica curiosidad.


Subo al carro y no encuentro más que un solo asiento. Corro rápido a atraparlo. Me siento y reposo mi nalga en el frío asiento. La gente se ve furibunda. Harta de la rutina y de lo mismo. Parece que sólo quisieran llegar a casa y dormir. Unos prefieren escuchar sus reproductores de música, hablar por teléfono, leer el Trome, y otros dormir. En el siguiente paradero sube una anciana y se acerca a mí. Yo finjo estar dormido porque no quiero darle asiento, estoy deshecho. Entonces otra anciana se levanta y le da el suyo. Bajo en 28 de Julio con Arequipa. Tengo tiempo libre. Ya casi son las siente y el cielo se cubre de una penumbra nocturna. Termina el crepúsculo y camino. Las palomas se despiden de las calles de piedra de la histórica ciudad de Lima. La hora punta comienza y la gente se aglomera en las calles. Las luces tenues de los faroles de las calles pintan la ciudad de un color ámbar. Camino hacia un gran parque. Es el Parque de la Exposición.


Quiero ver el eclipse. La luna se cubrirá de una sombra y luego la luz solar la dará un tono rojo. De repente suena el celular.


_Hola amor ¿Cómo estás? _Contesto.


_Amor ¿Me esperas, dónde estás?


_ En el Parque de la Exposición.


_ ¿Qué haces allá?


_Viendo el eclipse.


_ ¿Y ves algo?


_No. El cielo está claro y se ve la luna también, pero está normal. No veo nada.


_Amor. Qué loquito eres. ¿Me vas a recoger?


_Si amorcito, ¿Quieres que vaya ahorita?


_No. Espérame un rato más. Ten cuidado.


_Ya amor. _cuelga el celular.



Entro al parque y unas veredas serpentean todo el lugar. Las luces de los faros son muy suaves, y tan solo los árboles se ven sombreados en la oscuridad. Hay bancas en diversos lugares con parejas sentadas que se acurrucan para mitigar el frío. Más adelante veo unos pabellones de estilo francés y también una gran casona que sirve de museo. También hay un pequeño coliseo donde los fin de se semanas se realizan eventos artísticos y alrededor, restaurantes. Me cansé de caminar y salí del lugar. Sigo observando el cielo limeño pero no veo ningún rastro del eclipse. Ni una sombra en la luna, ningún color ámbar que la coloree. Camino en la Avenida Arequipa, unas cuadras hasta llegar a la altura del canal 5. Y los carros tocan sus bocinas desenfrenadamente, haciendo ruidos estridentes incapaces de ser apreciados; al contrario, son ruidos odiosos. Más abajo en una esquina hay una casona en cuya cima dice: “Sociedad Fundadores de la Independencia”; dentro del recinto se realiza un evento, hay gente vestida en seda, policías y militares. Es un evento político. Alrededor todo está cerrado. Y los carros bregan por escapar del tráfico. Llego a mi destino y me voy con mi amorcito a casa. Le había invitado a ver juntos el eclipse. Pasaron dos horas _Amor, ¿Dónde está tu eclipse? _me dice preocupada y ansiosa. Yo agacho la cabeza y cabizbajo atino a decirle _Vamos a ver esa película para adolescentes llamada Eclipse amor.



JAVIER REZABAL