viernes, 23 de abril de 2010

los limones traidores


LOS LIMONES TRAIDORES


Es la una de la mañana, hace media hora que me encontraba durmiendo después de una larga lucha contra el insomnio o quizás contra mis pensamientos nocturnos. Siempre tengo que dormir pensando en ella, o en qué haré mañana, qué cosas nuevas observaré de la gente, entre otros. Pero me desperté con un fuerte dolor en la garganta, sentía que mi propia respiración raspaba mi faringe y por ende me ardía y dolía. – ¡Carajo! Luché tanto para dormir, y ahora esta mierda de amigdalitis me malogra el sueño –Me dije. No quise hacerle caso a ese pertinaz dolor. Pero nuevamente me vinieron en la cabeza como bombardas de guerra mis pensamientos, eran dos contra uno, eso es injusto, me levanté de la cama y encendí la luz. No pude ver bien porque tenía las pupilas muy abiertas y todo era sombrío. Pero pude darme cuenta que el cuarto era un desastre total, todo estaba en su lugar, mi cómoda donde encima pongo mi televisor viejo, un Play Station II que a veces me ayuda a dejar de pensar, y unos DVD’s. También estaba mi mesa de estudio donde pongo el teclado para tocar cuando no tengo nada que hacer y me olvido que debo de estudiar, y un escritorio grande donde esta la computadora y unos cuantos libros de inglés y otros de unos tantos escritores que simpatizo como Jaime Bayly, Isabel Allende, Renato Cisneros, Gustavo Gorriti y otros de política e historia.

Como decía, todo estaba normal, en su sitio, sólo que lo demás era un chiquero de porquería. Medias en el piso, hojas de papel de dibujos que hago, o cualquier historia estúpida que escribo. Lápices y lapiceros tirados. Más hojas de notas telefónicas, cajetillas de cigarro Pall Mall y botellas vacías de gaseosa pepsi (que de por cierto, es mi bebida favorita). Pese a ese ligero entretenimiento que me di viendo mi cuarto parecido a un escondrijo de una rata ociosa y cochambrosa, me seguía doliendo la garganta. Pero me dije –Ahorita te cago y seremos dos a dos. Me fui a la cocina, mis viejos estaban durmiendo y mi sobrinita de 3 años también. Cogí dos limones, los corté en mitades y los metí al microondas. Pasaron un minuto y los llevé a mi cuarto. Humeaba mucho, pero no dudé en tragarme todo el liquido ácido de el limón. ¡Auch mierda! estaba demasiado caliente y me quemé. Odié al limón, pensé que me iba a hacer bien y me traicionó, ahora eran tres contra mí, apagué la luz y tristemente traté de dormir.

Me desperté asustado porque tuve una pesadilla, soñé que unos limones gigantes como de veinte metros me estaban persiguiendo en la calle. Encendí el televisor, puse el canal dos y me di cuenta que Claudia Cisneros nunca deja ni dejará de ser bella en mi pantalla de televisión. Estaban pasando las noticias, vi la hora y eran como las 9:02am, me apuré para ir a la universidad. Mi mamá toco la puerta de mi cuarto.

-Hijo ya es tarde, ¿qué vas a desayunar?
-No sé mami, ¿qué te parece un té? Me duele la garganta –le dije.
-Té sólo, ¿no lo quieres con limón? –me ofreció limón y recordé la ensañada madrugada que tuve.
-No mami gracias, ya chupé unos cuantos en la madrugada.


No me bañé porque odio bañarme en las mañanas. Además estaba con la garganta adolorida y sabía que eso sólo iba a agravar las cosas. Tomé el té rico y calentito con unos panes wafleados con queso fundido y hot dog. Le di un beso de despedida a mi mami y a mi sobrinita. –Chau hijito, buena suerte en tus estudios –me dijo.

Ya era un poco tarde. El carro de mierda demoraba en llegar, parecía una tortuga llevando más tortugas. El calor se apoderó de la gente y comenzamos a oler mal. No entendía por qué había tantos carros en Lima. Carros feos y viejos, con choferes malos para el volante y buenos para chupar cerveza. Con sus cobradores malcriados e iletrados. Así es Lima acostúmbrate o vete. Mientras estaba en el carro esperando llegar a la universidad también estaba escuchando Radio Capital, una novedosa y dinámica emisora radial de noticias. Una vos sensual cuya poseedora decía llamarse Diana Pozo, daba el informe del tránsito. Atención conductores, se observa un accidente en la avenida Arequipa con el cruce de la Javier Prado, maneje con cuidado… Deduje que ese ligero accidente era el causante del tráfico embotellado que no me dejaba pasar la Arequipa de una vez para irme a Jesús María.

Ya era tarde, no me gusta llegar tarde, pero es bueno variar bajé en la esquina de Pershing con Gregorio Escobedo, ahí esta ubicado la residencial San Felipe. El sol seguía de jodido, bajé del micro con mis lentes oscuros cuadrados y pequeños, pantalón negro y una camisa manga larga. Ropa que tengo que usar para luego de la universidad ir a dar clases de inglés. Entonces vi algo curioso. Dos hombres cuarentones miraban al unísono hacia una misma dirección, era una chica joven, le pondría unos 20 años aunque estaba de espalda, pero tenía unos jeans azules que apretaban un trasero muy promisorio, justo estaba detrás de ella a unos 6 metros y nos íbamos aparentemente hacia la misma dirección. Caminé sin dejar de analizar su bella figura y sobretodo sus glúteos que se movían en un erótico vaivén. Noté que casi todos los hombres se veían coaccionados a ver ese despampanante trasero, no eran muy grandes, pero tenían la forma y se movían de lo genial. Su siluetada y reducida cintura junto con esa cabellera negra lacia le daban armonía a su cuerpo. Creo que el noventa por ciento de hombres la miraban. ¿Por qué somos como los perros? Si algo podría deducir era que los hombres tenemos un parecido a los perros. Nos encanta mirar las buenas colas y olerlas. Es un instinto animal que nadie puede amagar ante nadie. Seguíamos caminando juntos y distantes al mismo lugar, cuando estábamos cerca al Derrama Magisterial y yo giré para cruzar, justo ella también lo hizo. – ¿Estudia periodismo en la Bausate también? –Me pregunté. Fuimos caminando pero ella se fue de frente y pasó la universidad. Yo entré y miré el reloj del celular, ahora si ya no me dejan entrar ni cagando.

Las clases en la Bausate son muy buenas, hay profes de todo tipo. Graciosos, serios, elocuentes, encantadores, etc. No tengo muchos amigos, pero trato de ser amable con todos. Pasé toda la tarde en las clases aburridas de inglés (enseño ingles, no sé porque tengo que ahora hacer básico), luego me desasné un rato en Lengua, y finalmente me carcajeé de la risa con Métodos de Estudio. No puedo negar que durante toda la clase estuve observando el celular, esperaba recibir llamadas, que ella se acuerde de mí y que me extrañe. Y que me dijera que necesitaba verme como también yo a ella. Luego entraba en razón y me decía –le dije Adiós, debo ser un hombre de palabra.

Llegué al trabajo, Interglobal, Inglés para llegar lejos, trabajo ahí desde hace un año. He hecho buenos amigos profesores, y unas más de otras áreas. Este lugar me trae exuberantes y gratos recuerdos era todavía temprano así que aproveché para tertuliar con los profes. Luego subí al Teacher’s room, alisté mis materiales y fui a clase. Todo estaba normal, bueno, para ser viernes pensé que iba a estar mal. Los chicos faltan porque quieren alargar el fin de semana, y los demás que se quedan lucen cansados y alicaídos. Estuve pre ambulando la clase y el celular suena, no había número, estaba en privado.

-¿Bueno? –dije.
-Hola Javier –escuché una vos suave, no la pude reconocer, pero sabía que era ella.
-Aló, ¿con quién hablo? ¿Eres tú?
-Sí, ¿cómo estas?
-Oye, estoy en clase ahorita, llámame después.


Colgué. No sé si estuvo mal en colgarle. Pero estuvo mal conversar por teléfono en plena clase. Regresé al salón. Las miradas de los alumnos estaban atentas hacia mí. Continué con la clase, pero al cabo de unos minutos sentí un dolor en la garganta intenso. Ya durante el día la molestia era latente, pero no tan desvergonzada. Traté de disimular durante la hora y media, hasta que acabó la clase y me retiré.

Me apresuré para irme del trabajo y estar en casa abrigadito y bajo el cuidado de mi mami y dormir para calmar el dolor. Pero me encontré con una buena amiga del trabajo y nos fuimos a tomar un café en Risso. Estuvimos por media hora mientras charlábamos sobre nuestros planes para el día del trabajador. Que sé yo, ir a bailar en alguna discoteca o soltar los gallos en un karaoke. La noche estaba en su plenitud. Eran las nueve y media, salimos, fuimos al paradero, tomó su carro, y yo el mío.

Llegué a casa. Mi mami estaba viendo tele, las noticas del canal cuatro. No me gusta mucho ese canal, dejó de gustarme cuando Claudia Cisneros se fue de Radio Capital y se quedó en la tele. Además estaba Aldo Mariátegui, director de un diario derechista y conservador el cual coincido con sus ideales. La saludé.

-Buenas noches mami –le di un beso en la mejilla.
-Hola hijito, ¿cómo te fue en los estudios? –me preguntó.
-Bien mami, como siempre.
-¿vas a cenar?
-Creo que no, he comido algo en la calle.
-Deja de comer esas hamburguesas que te producen diarreas.
-Mamá, me da diarrea porque las como en la calle y me da frío.
-¿Quieres un té entonces?
-Sí mami, ya me voy a dormir.
-¿Lo quieres con limón?
-No mami, ya no quiero más limones traidores.

1 comentario:

  1. Interesante relato de un día en el que sí debió contestar con más atención aquella llamada..

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